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aunque sepamos que no es cierto tenemos la impresión de que
en realidad el otro está entre nosotros. Impresión que lleva a
muy buen negocio a los espiritistas y a toda esta gente siniestra
que aprovecha estos momentos, sabiendo que quien está de
duelo está sumamente vulnerable. Se trata de verdaderas
seudoalucinaciones, que si bien son normales no dejan de
obligarnos a pensar dónde anda nuestra salud mental. Si vuelvo
a la que fue la casa de mi abuela y percibo su olor, esto no tiene
ningún misterio, es el olor del lugar que asocio con mi abuela.
Ahora bien, si yo voy a un lugar dende sé que mi abuela nunca
estuvo y reconozco su olor, debe ser que hay un aroma que me
hace acordar al de mi abuela, y no porque mi abuela esté por
ahí, si se me ocurre pensarlo así posiblemente mi situación
emocional me esté jugando una mala pasada. Una
seudoimaginación no es una alucinación: yo sé que lo que estoy
percibiendo no es, pero lo estoy percibiendo. Uno tiene la
sensación, aunque sabe que es su cabeza la que está haciendo
la trampa. Es muy fuerte pasar por estos momentos y muchos
llegan a asustarse. Durante el camino de las lágrimas algunas
personas tienen tanto deseo de que sea cierto que el otro está
cerca que quisieran poder percibirlo. O revuelven la casa una y
otra vez buscando en algún lugar solitario la carta que el
muerto debe haber dejado, el mensaje que escribió para mí, la
explicación de lo inexplicable que me da ahora que no está.
Están tan deseosos y tan necesitados que a veces podrían
enredarse en creer cualquier cosa. Incluso pueden por supuesto
creerles a quien les diga que es posible conectarse con la
persona muerta. Un momento de tristeza, de visiones, de
creencias, de miedos y de incertidumbres. Un tiempo muy
expuesto al engaño de los estafadores de ilusiones. Y así
sucede, lamentablemente, demasiadas veces. Lo malo de esta
etapa de desolación es que es desesperante, dolorosa,
inmanejable. Lo bueno es que pasa, y que mientras pasa,
nuestro ser se organiza para el proceso final, el de la
cicatrización , que es el sentido último de todo el camino. Pero
cómo podría prepararme para seguir sin la persona amada si no
me cierro a vivir mi proceso interno, cómo podría reconstruirme
si no me retiro un poco de lo cotidiano. Eso hacen la tristeza y
el dolor por mí, me alejan, para poder llorar lo que debo llorar y
preservarme de más estímulos hasta que esté preparado para
recibirlos, me conectan con el adentro para poder volver al
afuera a recorrer los dos últimos tramos del camino de las
lágrimas: el de la fecundidad y el de la aceptación Ahora
podemos comparar los esquemas para confirmar la
correspondencia más completa. Herida Duelo *
Vasoconstricción = Incredulidad * Dolor agudo = Regresión *
Sangrado = Furia * Coágulo = Culpa * Retracción del coágulo =
Desolación * Reconstrucción tisular = Fecundidad * Cicatriz =
Aceptación En el final mismo de esta etapa de desolación
empezamos a sentir cierta necesidad de dar, muchas veces
darle algo al que se fue. Desde el punto de vista psicológico
profundo quizás tenga que ver con el deseo de escaparnos de
ese odioso cepo de la impotencia que siempre termina
incomodándome. Salimos de este lugar donde sentimos que no
podemos hacer nada. Esta sensación inexplicable, seguramente
tiene que ver con mis lazos vitales con el mundo de lo que amo.
Seguramente está muy lejos de ser la salida, pero es el principio
de ella, un intento de resolver en mi cabeza lo que no puedo
resolver en los hechos. Este principio de salida se llama
identificación y me acerca al establecimiento de la etapa de
fecundidad De la desolación se empieza a salir identificándonos
con algunos aspectos del muero, focalizando transitoriamente
algunas características para poder hacerlas mías. Cuando el
proceso es normal sucede como una revaloración un poco
exagerada de las virtudes reales del ausente y da lugar a la
razonable crítica posterior. Hablando de un chico que se murió
puedo decir "era tan lindo, el más inteligente del grado, era
maravilloso y estaba llamado a grandes cosas" Pero si sigo
diciendo que era la encarnación de lo perfecto, que era el más
lindo niño que nunca existió y que era demasiado para este
mundo y por eso Dios lo quería con él, estoy perdido. Erré el
camino y la revaloración se transformó en idealización. Ya no
estoy viendo las cosas. No hay nada peor que confundir valorar
con idealizar; una me permite elaborar el dolor, al otra
lamentablemente es una manera de no salirse de él. Después de
haber penado y llorado la ausencia me doy cuenta de que me
alegra escuchar un tango cuando antes yo nunca escuchaba
tangos, que me empieza a gustar cocinar, como a ella le
gustaba, o que empiezo a disfrutar de los paseos al aire libre,
que en realidad nunca aceptaba compartir y empiezo a probar
los dulces caseros que ella dejó y que tanto le gustaban y
termino diciendo "pobres los viejos que siempre criticaba y
ahora aquí estoy yo haciendo lo mismo". Esta es la cuota de
identificación irremediable con el que no está. Que empieza
cuando me doy cuenta de en cuántas cosas éramos parecidos y
termina cuando sin darme cuenta empiezo a hacer cosas para
parecerme. El proceso de identificación es un puente a lo que
sigue. ¿Por qué es un puente para empezar a salir? Porque sin
identificación no puede haber fecundidad. ¿Qué es fecundidad?
Es empezar a hacer algunas cosas dedicadas a esa persona, o
por lo menos con conciencia de que han sido inspiradas por el
vínculo que tuvimos con ella. Voy a transformar esa energía
ligada al dolor en una acción. Este es el principio de lo nuevo.
Esta es la reconstrucción de lo vital, este es el comienzo: lograr
que mi camino me lleve a algo que de alguna manera se vuelva
útil para mi vida o para la de otros. Inspirados en la estructura
original de los grupos de autoayuda que se expandieron por el
mundo a partir de la exitosa experiencia de Alcohólicos
Anónimos, se han creado infinidad de grupos autogestionados,
grupos de personas que comparten lo que les ha pasado. Hay
grupo de padres que han perdido un hijo, grupo de huérfanos,
grupos de familiares accidentados, grupo de gente que sufre de
la misma enfermedad que yo sufro. "Grupos de tarea" que se
ocupan de brindar ayuda a aquellos que atraviesan un
momento del camino que ellos ya recorrieron y que son la
materialización de esto que estoy llamando duelo. La
transformación del duelo sólo doloroso y aislado en una historia
que le dé un sentido adicional a la propia vida. Si esto se puede
hacer entonces se llegará a la aceptación. La última etapa del
camino de las lágrimas, el equivalente de la cicatrización, es la
etapa de la aceptación. Aceptación quiere decir dos cosas. La
primera es discriminarse. La palabra no es linda, pero no hay
otra Discriminarse de la persona que se murió, separarse,
diferenciarse, asumir sin lugar a dudas que esa persona murió
y yo no. Quiere decir que el muerto no soy yo. Quiere decir, la
vida terminó para ella o para él, pero no terminó para mí.
Quiere decir resituarse en la vida que sigue. La segunda cosa
que quiere decir aceptar es "interiorizar". Recuerden, venimos
de la identificación (Él era como yo) y de la discriminación (pero
no era yo). Y sin embargo yo no sería quien soy si ni siquiera lo
hubiera conocido. Algo de esa persona quedó en mí. Esto es la
interiorización. La conciencia de lo que el otro dejó en mí y la
conciencia de que por eso siguen vivas en mí, las cosas que
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